por Alberto Cruz / CEPRID
Die Linke (La Izquierda) celebró su congreso el 8 de junio. Salía de una
serie de derrotas electorales en los land del Oeste de Alemania y
muchos daban a la formación de izquierda como finiquitada (1). En ese
congreso, crucial para su futuro, se “refundó”.
Die Linke (La Izquierda) celebró su congreso el 8 de junio. Salía de una
serie de derrotas electorales en los land del Oeste de Alemania y
muchos daban a la formación de izquierda como finiquitada (1). En ese
congreso, crucial para su futuro, se “refundó”. Más izquierda, fue el
lema con el que se afrontó el futuro, además de un cambio generacional
en todos los ámbitos de dirección. Y una reconvención al grupo
parlamentario en el Bundestag (Parlamento federal) para trabajar más
unido y sin concesiones a los socialdemócratas (2).
Dicho y hecho. El día 29 de junio, la vicepresidenta Sahra Wagenknecht,
portavoz en temas económicos en el Bundestag, realizó una despiadada
crítica al Pacto Fiscal impulsado por Merkel y apoyado por los
socialdemócratas y, con reticencias, pero apoyo al fin, de los Verdes. Y
les acusó a todos de actuar “como marionetas, como titiriteros de los
banqueros, salvando la riqueza de los más ricos y manteniendo el casino
de los mercados financieros”.
Este fue su arranque tras el saludo protocolario. Pocas veces se ha
escuchado un discurso así, fuera de los términos “políticamente
correctos” en que se ha situado la izquierda europea y no sólo en
Alemania. Hasta ahora.
¿Una estridencia? No, de ninguna manera. Una toma de postura drástica y
radical (de ir a la raíz), sin concesiones hacia el resto. Su discurso
estuvo plagado de propuestas y también de críticas como las siguientes:
“Europa está destruyendo la democracia, la justicia social. Su proyecto
no es salvar los salarios y las pensiones, sino al Deutsche Bank,
Goldman Sachs y Morgan Stanley a costa de saquear a los contribuyentes
europeos. Todos ustedes son responsables de forma colectiva de esto.
Merkel, la coalición CDU/FPD (cristianodemócratas y liberales,
respectivamente), el SPD (los socialdemócratas) y los Verdes que, con su
supuesta oposición, juegan muy gustosamente a críticos frente a las
cámaras pero que aprueban una y otra vez casi todos los proyectos del
gobierno. Igual hacen hoy. (…) La catástrofe de Grecia es el resultado
de sus políticas, el que la mitad de la población no tenga trabajo, el
que las mujeres embarazadas no puedan acudir a las salas de parto si no
tienen dinero, el que los jubilados planten calabacines en sus balcones…
Esta catástrofe social en Grecia es culpa suya. (…) Hay un marcha un
programa de recortes brutal en España y lleva el mismo camino que
Grecia”.
La locura neoliberal y la inacción socialdemócrata, y en muchos casos
complicidad, van a convertir la asistencia sanitaria en una práctica de
beneficencia, así como la cada vez más evidente pérdida de calidad de la
educación y la pérdida de las pensiones no sólo en Alemania, sino en
toda Europa como consecuencia del llamado Pacto Fiscal. En Alemania, ya
hay cerradas bibliotecas públicas, piscinas y escuelas de primaria en
pro del “ahorro” del gasto público. Mientras, las fortunas de unos
cuantos cada vez son mayores.
Por eso, la vicepresidenta de Die Linke fue directa a la yugular de los
responsables: “La CDU y la CSU –las dos organizaciones
cristianodemócratas que sustentan en gobierno de Merkel- tenían como
lema de posguerra ‘Prosperidad para todos’, ahora sólo la defienden para
unos pocos mientras destruyen la de millones porque son demasiado
cobardes para tomar el dinero de los ricos. ¿Y ustedes se llaman
cristianos? Y ¿qué decir del FPD? (liberales) apoyando la socialización
de las pérdidas privadas porque afecta a sus amigos ricos e influyentes.
Los colegas del SPD (socialdemócratas) tienen las palabras “social” y
“demócrata” en su nombre, pero las han violado con bastante frecuencia
en los últimos años, como al retrasar la edad de jubilación. Si alguno
de ustedes todavía tiene conciencia y cree en la Constitución, tiene que
oponerse al Pacto Fiscal”. Fin del discurso.
En los últimos dos años ha habido una ola de quiebras de empresas,
cierres de fábricas (minas de carbón, sobre todo) y acerías (el
principal fabricfante alemán, Arcelor-Mittal sufre una caída de la
demanda de sus productos del 25%) así como en el sector servicios. En lo
que va de año, más de 150.000 trabajadores han perdido su puesto de
trabajo, 40.000 más que en el primer semestre del año pasado. La Oficina
Federal de Estadística habla de una disminución de las exportaciones en
el mes de abril.
La confusión de la izquierda
La confusión existente en estos momentos en la izquierda europea es
grande. SYRIZA no ganó las elecciones en Grecia –y no las podía ganar,
para eso tendría que haber habido otro sistema electoral-, el Frente de
Izquierdas francés se hundió en las elecciones parlamentarias con el
“voto útil” hacia el PSF de Hollande y el KKE griego sufrió una sangría
importante de votos que fueron a parar a SYRIZA al entender que esta
formación era el “voto útil” para parar a la derecha. En ambas
formaciones existe un profundo debate sobre el camino a seguir, menor en
el KKE que en el Frente de Izquierdas. SYRIZA parece encantada consigo
misma y sus resultados, pero no se ha oído un discurso similar al de Die
Linke en el Parlamento griego cuando se refrendó el plan de recortes y
ataque al estado del bienestar de la derechista Nueva Democracia,
apoyada por socialdemócratas y “centristas de izquierda”.
Die Linke puede marcar el camino para la izquierda europea. Su apuesta
decidida por poner el acento en las cuestiones sociales y económicas
frente a las políticas y culturales marca una línea clara entre
izquierda y derecha, puesto que ésta es insensible a cuestiones como
educación, salud, vivienda y alimentación dignas.
Y esta es, hoy por hoy, la primera línea en la batalla. Lo económico se
ha convertido en un espacio totalitario que impone sus reglas e
intereses al resto de la sociedad, donde se concentra el poder y se
concede cierto grado de autonomía a los partidos siempre y cuando no se
cuestione la ortodoxia. Por lo tanto, el combate contra los partidos que
sustentan este sistema tiene que ser frontal. Incluyendo a los
socialdemócratas.
Ya desde la desaparición de la URSS comenzó a extenderse por Occidente
la falacia de la distinción de los derechos humanos que, según está
establecido en la legislación internacional, no abarca únicamente a los
civiles y políticos sino también a los económicos, sociales y culturales
(entérense quienes loan y elogian a Amnistía Internacional y organismos
similares) y se especifica que “sin el goce” de éstos últimos no se
puede hablar de derechos humanos en plenitud. El Occidente capitalista
–no sólo- habla de la “gratuidad” de unos, los políticos y civiles,
frente a los “cuantiosos recursos” que requieren los otros y la
aplicación “inmediata” y “justiciabilidad fácil” de los primeros frente a
la “aplicación progresiva” y “dificultad justiciable” de los segundos.
Este es el discurso de quienes empujan y avalan los recortes en toda
Europa.
Romper este discurso es vital y para ello es imprescindible acabar con
las prácticas políticas que le sustentan. Una de ellas es el
acercamiento a los socialdemócratas que plantean muchas organizaciones
que se proclaman de izquierda. No caben concesiones ni siquiera apelando
a cuestiones posibilistas y/o transitorias porque lo que se está
recortando son derechos humanos fundamentales y no se puede ser
cómplices de ello.
El fascismo cotidiano
Esta pretendida izquierda se aferra a Keynes porque siente pánico si
habla de Marx. Es la que habla de modernidad cuando lo moderno es volver
a Marx, cada vez más vivo. Su lenguaje es Keynesiano, como cuando habla
de salir de la crisis y lo equipara a la recuperación de la inversión y
el empleo. Se conforma con eso y no va más allá porque, de hacerlo,
tendría que plantearse quién y para qué controla la producción social.
Claramente apuesta por dar un respiro al capital y a sus instrumentos.
Keynes era un conservador, por lo que cuando alguien pretendidamente de
izquierdas lo cita, en realidad está retratándose como lo que es, un
conservador. Keynes dijo cosas terribles como ésta: “Todavía no ha
llegado el tiempo de preferir lo bueno a lo útil. Durante unos 100 años
deberemos fingir que lo justo es malo y lo malo justo, porque lo malo es
útil y lo justo no” (3).
En estos momentos, y parafraseando a otro alemán, Wilhelm Reich, se
puede integrar a estos socialdemócratas muy cerca del fascismo
cotidiano, que ha vuelto con fuerza a Europa y no sólo en el iceberg del
Frente Nacional francés o de Amanecer Dorado en Grecia. Como todo
iceberg, lo que se ve es la parte más pequeña de lo que hay debajo. Y lo
que hay debajo es el fascismo que ha vuelto bajo la forma de una
ideología difundida por la burguesía en el poder y que aparece a través
de los “valores” y las “necesidades” que hace aceptar e interiorizar
(los recortes son necesarios dada la difícil situación económica), a
través de cierta visión del “orden” y la “justicia” (el discurso contra
la violencia de respuesta de los mineros en España, por ejemplo, ante la
agresión a sus vidas que supone el cierre práctico de las cuencas
mineras o la inquietante ingenuidad, por ser suave en el calificativo,
del 15-M con la violencia como absoluto), a través del éxito individual
(un Nadal o un Alonso cualquiera) o colectivo (la selección española de
fútbol), a través del asco a las huelgas y a la lucha obrera (de nuevo
la imagen de los mineros en la práctica totalidad de medios de la
burguesía)… Reich decía que o se hace frente a este tipo de discursos o
no se podrá decir que las masas habrán sido engañadas por el fascismo,
sino que lo habrán deseado (4).
Die Linke se ha propuesto hacer todo para evitarlo. Sahra Wagenknecht no
es únicamente la responsable de Economía de la bancada de Die Linke en
el Bundestag, sino la principal figura de la Plataforma Comunista (una
de las corrientes existentes en la formación de izquierda). Como
diputada por Renania del Norte-Westfalia fue una de las primeras en
avisar de lo que le podía pasar a Die Linke si olvidaba que había que
priorizar la cuestión económica sobre cualquier otra, como así sucedió
al perder representatividad en aquellos land donde la crisis golpea con
mayor dureza. La gente no se ha refugiado en el SPD, sino que en su gran
mayoría se ha quedado en su casa. Tal vez en las elecciones de
septiembre del próximo año se decanten por los socialdemócratas, como ha
ocurrido en Francia, pero puede que no sea así si encuentran un
referente claro. La “refundación” de Die Linke marca el camino en ese
sentido y este discurso en el Bundestag supone un antes y un después de
este nuevo rumbo.
Notas:
(1) Alberto Cruz, “Alemania, Francia, Grecia…¿de verdad las elecciones han traído buenas noticias?”http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1429
(2) Alberto Cruz, “Alemania como ejemplo tras las elecciones: más izquierda”,http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1446
(3) Esta cita la recoge de forma muy crítica el economista
germano-británico Ernst Friedrich Schumacher en su obra “Lo pequeño es
hermoso”, Ed. Akal, Madrid 2011.
(4) Wilhelm Reich, “La psicología de masas del fascismo”, Ed. Roca, México 1973.
Alberto
Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su último libro es “La
violencia política en la India. Más allá del mito de Gandhi””, editado
por La Caída con la colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer
alibros@lacaida.info o bien a ceprid@nodo50.org albercruz@eresmas.com
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